domingo, 26 de febrero de 2012

Los 3 del misterio - Llamada equivocada




Autora: Fiona Kelly - Británica

Sipnosis: Resolver asuntos misteriosos es algo peliagudo. Pero ninguno se resiste a Holly, Miranda y Peter..., los Tres del Misterio.

LLAMADA EQUIVOCADA

Los Tres del Misterio descubren por casualidad que hay una red organizada de ladrones de coches y deciden recabar información para un artículo de la revista del colegio. Pero pronto reciben una llamada equivocada de un taller cercano donde, casi seguro, hay alguien que no tiene muy buenas intenciones...

Opinion personal: Este libro es viejo, es de 1998, cuando lo vi dije: "Este libro es re viejo, debe ser una cagada", pero cuando lo leei, fue todo lo contrario. Es un libro sobre tres amigos que resuelven casos, son como detectives. La curiosidad sobre los coches robados y la llamada misteriosa los lleva a otro caso por resolver. Si te gusta el misterio y las historias sobre detectives, este es tu libro ;) 

Primer capítulo:

1
LA AVERÍA
  -¿Señorita Adams? - preguntó con gravedad desde el umbral.
  -Sí
  -¿Señorita Holly Adams?
  Holly asintió sacudiendo su melena castaña, cortada a la altura de los hombros.
  -Sí -repitió.
  Él miró entonces a la chica que estaba al lado de Holly.
  -Y usted debe de ser la señorita Hunt.
  -¡Correcto!
  -La señorita Miranda Hunt.
  Miranda, la mejor amiga de Holly, levantó el pulgar.
  -¡Un nuevo acierto!
  Por un momento él las miró detenidamente en silencio.
  -Holly Adams y Miranda Hunt- dijo por fin-, tengo que pedirles que me acompañen a la comisaría de policía.
  -¿Ahora? - exclamó Miranda.
  -Pero ¿por qué? - preguntó Holly.
  -¡Porque mi padre se ha ofrecido a llevarnos! - respondió Peter Hamilton, perdiendo por fin la expresión grave del rostro y esbozando una amplia sonrisa -. ¡Vamos!
  -Gracias, señor Hamilton -dijo Holly mienstras se sentaba al lado de Mirando en el asiento trasero.
  -No hay de qué- contestó él volvíendose hacia las dos amigas-. Tengo algunas cosas que hacer en el centro. ¡Además, no podía dejar escapar la oportunidad de entregaros a los tres a la policía!
  Holly, Miranda y Peter se echaron a reír.
Eran muy buenos amigos, y se llamaban a sí mismos los Tres del Misterio, porque les gustaban las novelas de detectives, las series televisivas de intriga y sobre todo investigar cualquier asunto misterioso del que tuvieran conocimiento.
  Por ello, y porque habían logrado resolver casos de verdad, les habían invitado a visitar la comisaría de policía local de Highgate, en el norte de Londres, donde vivían.
  -Nos soltarán otra vez, ya lo verás-dijo Peter.
  -¿En serio? -bromeó el señor Hamilton, fingiendo sentirse decepcionado-. ¿No podríais pedirles que os dejaran quedaros en una de las celdas por un tiempo? Así sabríais qué se siente al estar encarcelado. Un par de meses serían suficientes.
  -¡Es usted encantador!-exclamó Miranda y se echó a reír a carcajadas. Tenía una risa exageradamente escandalosa.
  -Dudo que quieran retenernos por mucho tiempo -dijo Holly-. ¡Miranda podría demoler las paredes de la comisaría con sus carcajadas!
  Los tres amigos siguieron charlando animadamente mientras el señor Hamilton ponía el coche en marcha y se incorporaba a la calzada.
  Peter se volvió hacia sus amigas, apartándose con el dorso en la mano el flequillo castaño que le caía sobre los ojos.
  -El otro día leí un libro genial-dijo.
  -¡No me lo digas! -saltó Holly-. Harriet la espía.
  A los Tres del Misterio les encantaba comentar los libros que leían, y Harriet la espía era su favorito, lo habían leído docenas de veces.
  -No -respondió Peter-. Es una novela de detectives cuyas protagonista es una empleada de banco muy lista a la que raptan y meten en el maletero de un coche...
  -¿Y la facturan con las maletas? -interrumpió Miranda.
  -No -contestó él-. La llevan a un escondite, a kilómetros de la ciudad.
  -Parece bueno -observó Holly.
  -Lo es -aseguró Peter-. Y lo mejor es cuando consigue hablar con la policía y les dice dónde se encuentra. ¿Cómo creéis que logra saber dónde está?
  Holly se concentró.
  -¿Encuentra un mapa en el maletero y traza la ruta en él? -sugirió-. No, imposible. No podía ver nada. Las luces de los maleteros permanecen apagadas mientras están cerrados, como ocurre con las de las noveras, ¿verdad?
  -No, no tiene ningún mapa -dijo Peter-. ¿Qué se te ocurre a ti,  Miranda?
  ¡Ya está! -exclamó ésta chasqueando los dedos-. Ve el camino por un agujero del maletero.
  -¿Qué coche tiene agujeros en el maletero? -objetó su amigo frunciendo el entrecejo.
  -Las chatarras como éste -contestó Miranda dando unos golpecitos en la portezuela de su lado.
  -¡Gracias, Miranda! -saltó el señor Hamilton-. Puede que este coche no sea muy nuevo, ¡pero es fiable!
  Peter miró a su padre con el rabillo en el ojo.
  -¿Para qué me has dicho que ibas al centro, papá? -preguntó inocentemente.
  El señor Hamilton se dio cuenta de que lo había pillado.
  -Vale, voy a buscar una pieza para el coche -dijo sonriente-. Pero hasta hace poco Inti nunca había fallado.
  -¿Inti? -preguntó Miranda.
  -Así llama mi padre al coche -explicó Peter-. La bautizo así por las tres letras de la matrícula: INT.
  -Entonces, no es un diminutivo de <<inútil>> -sugirió ella.
  Como si la hubiera oído, el auto del señor Hamilton carraspeó y estuvo a punto de calarse; luego retomó velocidad de nuevo.
  -Parece que Inti es muy susceptible a los insultos -observó Holly-, así que será mejor que bajes la voz, Miranda. -Luego se volvió hacia Peter y le preguntó-: ¿Cómo le dijo a la policía dónde estaba?
  -Les dio una serie de indicaciones. Aun que no podía ver nada estando en el maletero, como tenía una memoria extraordinaria, trató de recordar todos los giros a la izquiera y derecha que habóa hecho el coche durante el recorrido.
  -¿Y cómo sabía las distancias entre cada giro? -preguntó Holly.
  -Muy fácil. Por el ruido del motor sabía cuándo iban más deprisa y cuándo aminoraban la marcha, así que contaba los segundos que transcurrían yendo a una velocidad determinada. Cuando engaño a los secuestradores para que le dejaran usar el teléfono, dio a la policía indicaciones del tipo <<veinte minutos, rápido y luego a la izquierda>>, y ya está. Así la policía pudo encontrarla.
  -¡Genial! -exclamó Holly-. Me pregunto si yo sería capaz de hacer algo así. Aunque no me haría ninguna gracia que me encerraran en un maletero.
  -Yo no podría -admitió Miranda-. La empleada de banco de esa novela tenía muy buena memoria, no como la mía. 
  Holly cerró los ojos. ¿Podría hacerlo ella o se trataba tan sólo de un truco ideado por el autor del libro e imposible de llevar a cabo?
  Si era posible. Holly había mantenido los ojos cerrados durante un rato y advirtió que podía decir con facilidad cuándo giraban a la izquierda o a la derecha. Si iban habia la derecha, se deslizaban sobre el respaldo y topaba con Miranda; si iban hacia la izquiera, notaba cómo la manilla de la ventana se le clavaba en las costillas.
  Tampoco resultaba difícil especificar la velocidad, sobre todo yendo en el viejo coche del señor Hamilton: cuando aceleraban el rugido del motor aumentaba y disminuía el traqueteo, y ocurría totalmente lo contrario cuando aminoraba la marcha.
  ¡Lo difícil era recordarlo todo! Rápido, con rugido, quince segundos, a la izquierda. Despacio y con traqueteo, diez segundos, a la derecha.
  Ahora más despacio. El traqueteo continuaba... y en esa ocasión el motor seguía revolucionando. Diez... quince... veinte segundos.
  ¡Vaya! Lo que ocurría era que el coche se estaba parando, lo que también era facíl de determinar. El vehículo del señor Hamilton se detuvo con un estrèpito del motor y Holly abrió los ojos.
  -¡Oye, esto funciona! -exclamó-. ¿Ya hemos llegado?
  -No -susurró Miranda-. Aunque me alegro de que ese truco funcione, es mucho más de lo que puede hacer este coche. ¡Me parece que nos acaba de dejar tirados!
  El señor Hamilton salió y levantó el capó.
Peter fue con él para tratar de ayudarlo a localizar el problema. Como las ventanas estaban abiertas, las dos chicas, que aguardaban pacientemente sentadas, pudieron escuchar algunas palabras sueltas de la conversación.
  -Carburador... piñon... caja de cambios... la transmisión...
  Por fin el señor Hamilton lanzó un suspiro y sacudió la cabeza.
  -No lo sé, Peter. Tendré que llamar al taller.
  -Lo siento -dijo el muchacho a sus dos amigas cuando éstas salieron del coche-. Por lo visto Inti se ha estropeado de verdad esta vez.
  -No te preocupes -contestó Holly-. La comisaría no queda lejos de aquí, podemos ir andando.
  -Corriendo, querrás decir -intervino Miranda-. ¡Ya llegamos diz minutos tarde!
  El señor Hamilton encendió las luces de avería y cerro el capó.
  -Lo lamento -dijo acercándose a los chicos mientras se limpiaba las manos llenas de grasa-. Si los del taller llegan a tiempo y pueden arrancarlo, os esperaré a la salida de la comisaría.
  -Muy bien -convino Peter-. Pero no te preocupes, papá. Si no estás, volveremos andando.
  -¿Seguro? -preguntó su padre.
  -No hay ningún problema, señor Hamilton -respondió Miranda con una sonrisa-. ¡Holly se ha aprendido de memoria el camino a casa!


  -¡Ah, ya estáis aquí! -dijo el sargento Hopgood cuando los Tres del Misterio entraron corriendo en la comisaría-. Estaba a punto de enviar un equipo de rescate a buscaros.
  -Una grúa hubiera sido más útil -contestó Miranda.
  -¿Cómo?
  -El coche de mi padre nos ha dejado tirados -explicó Peter.
  -Espero que no se haya quedado parado en la línea continua -dijo muy serio el sargento Hopgood, y a continuación se echó a reír-. Era una broma. Vamos, ¿por dónde queréis empezar?
  -¡Por las celdas! -contestó Miranda de inmediato.
  -Por la sala de control -dijo Holly- ¿Y tú, Peter?
  -Me da lo mismo -respondió-, pero sobre todo me gustaría ver la sala de control... y las celdas -añadió cuando Miranda le dio un codazo en las costillas.
  El sargento Hopgood sonrió.
  -Bueno, me parece que podremos solucionarlo. ¿Os parece que empecemos por las celdas y acabemos por la sala de control?
  Los Tres del Misterio asintieron emocionados y siguieron al sargento por un pasillo muy bien iluminado. Cuando llegaron a una puerta gris con una mirilla, el hombre sacó un manojo de llaves del bolsillo que llevaba sujeto al cinturón por una cadenita de plata.
  -Ya hemos llegado. Ésta es una celda -dijo al tiempo que observaba el interior por la mirilla-. Más vale que no os enseñe ninguna ocupada, ¿verdad? -añadió sonriendo.
  Metió la llave en la cerradura y la hizo girar. La pesada puerta se abrió y los chicos vieron un pequeño cuarto donde sólo había un camastro de madera, una mesa y una silla.
  -¿Qué os parece?
  -¿No tendría que ser oscura y tenebrosa? -preguntó Miranda-. ¿Con cosas repugnantes colgando de las paredes?
  -¿Qué cosas?
  -¡Esqueletos, cadenas! -exclamó ella.
  -¡Miranda, es una celda, no una mazmorra! -la recriminó Holly.
  Peter había entrado en la pequeña estancia.
  -De todas formas, no ha de ser muy divertido estar encerrado aquí, solo -dijo, mirando alrededor.
  El sargento Hopgood, muy serio, negó con la cabeza.
  -No, no lo es. Por eso lo mejor es no cometer ningún delito y evitar acabar en un sitio así.
  Holly levantó la vista hacia la única ventana de la celda; era pequeña y tenía barrotes de hierro delante.
  -¿Se ha escapado alguien por ahí alguna vez?
  -Todavía no -contestó el sargento-. Pero claro, nunca hemos tenido encerrado aquí a John Raven.
  Los tres amigos se miraron. El agente secreto John Raven era el protagonista de Spyglass, una serie de televisión que seguían fielmente. Incluso una vez habían ayudado a Maurice Hartly (el actor que interpretaba a John Raven) a librarse de unos chantajistas.
  -¿O sea que usted también ve Spyglass? -preguntó Holly al tiempo que intentaba imaginar qué idearía John Raven para escaparse de una celda como ésa. A los tres amigos les gustaba comentar lo que ocurría en cada episodio y aventurar cómo conseguiría salir airoso el protagonista del último embrollo en el que se había metido.
  -¡No me lo pierdo nunca! -admitió el sargento Hopgood sonriendo-. Y no se os olvide que lo emiten esta noche, así que démonos prisa.


  -¡Caramba! -exclamó Peter.
  -No hubiera sido necesario que Hopgood les anunciara <<Y ésta es la sala de control>>, pues resultaba evidente. Había pantallas en todas las paredes, en las que, desde luego, no se veían programas de televisión, sino las distintas zonas de la cuidad. De vez en cuando la imagen cambiaba y aparecía un área nuevo, o la escena de algún embotellamiento de tráfico.
  -¿Y aquí llegan todas las llamadas de emergencias? -preguntó Holly.
  -Exacto -respondió el sargento-. Hoy están de guardia Clare y Jimmy.
  Saludó con un gesto a la mujer y al hombre que estaban sentados a una mesa y llevaban puestos unos auriculares con un micrófono incorporado, con Clare había apartado un momento para tomar un reconfortante sorbo de café.
  -Y cuando llaman -continuó Peter- vosotros avisáis al coche patrulla o algún agente de servicio y lo mandáis a investigar.
  -Así es -dijo Hopgood.
  Los Tres del Misterio sonrieron. ¡Cuántas veces habían acudido los coches patrulla en su ayuda!
  -¿Pasa algo emocionante en este momento? -preguntó Miranda-. ¿Algún robo interesante?
  El sargento iba a contestar cuando Clare dejó la taza sobre la mesa y se colocó el micrófono.
  -Llamando a todos los coches patrulla -dijo-. Busquen un Hewlett Zafiro marrón, matrícula Noviembre Tres Siete Uno Rojo Whisky Tango. Robo denunciado a la dieciséis cero cero.
  -¡Un coche robado! -susurró Peter-. Matrìcula N371 RWT.
  -¿Es verdad? -preguntó Holly al sargento.
  El hombre asintió gravemente.
  -Sí, me temo que sí. -Se volvió hacia Clare-. ¿Otro?
  La policía apartó de nuevo el pequeño micrófono antes de responder:
  -Es el segundo de este mes y el sexto de este año, sargento. Y todos eran coches caros.
  -Puede que estemos enfrentándonos a una red organizada de ladrones de vehículos -añadió Jimmy-. Quién sabe dónde actuarán la próxima vez...
  -¡Escuchad! -le interrumpió Miranda volviéndose hacia sus amigos-. ¡Adivinad lo que se me acaba de ocurrir!
  -¡Si has pensado que podéis atrapar a esos ladrones de coches, ya puedes quitártelo de la cabeza! -le advirtió el sargento antes de que continuara-. Podéis creerme, es gente peligrosa y sin escrúpulos.
  -¿Tú estabas pensando en eso, Miranda? -preguntó Holly.
  -No, no; ni mucho menos.
  -Pues entonces, ¿en qué pensabas? -intervino Peter.
  Miranda esbozó una sonrisa maliciosa.
  -En que hay un coche en Highgate que está completamente a salvo de esa red de ladrones, Peter, ¡el de tu padre!

...



-Vico

6 comentarios:

  1. Genial, lo leeré. Las policiales son mis favoritas!!

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    1. Gracias :) si, las policiales siempre estan buenas♥
      Si hay algun libro que leeiste que te gusto mucho, podes mandarlo a: boooooks@hotmail.com y lo compartiremos en nuestro blog :)

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  2. Respuestas
    1. Lo sentimos mucho! Pero no conseguimos el libro completo, este es solo un capítulo que Vico paso a mano.

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